Y este era el himno que Aquiles no pudo pronunciar:
"Merci, Bon Dieu, pour la mer-a, merci la Vierge",
"Gracias, Dios mío, por la mar, gracias a la Virgen";
"Qui ba moin force moin": "Que me concedió el privilegio
de trabajar para Él. Cada pájaro es mi hermano";
"Toutes gibiers c'est frères moin', pis n'homme ni pour travail":
"Pues el hombre debe trabajar como los pájaros hasta que muere."
Podía ver los elevados pilotes del embarcadero
delante de la aldea, guarnecidos de collares de llantas viejas,
el compañero de pie con su rota camiseta roja, el ancla lista,
luego la trompa de caracol tocando una y otra vez su queda nota
como la de una zurita. Y más arriba, Filoctetes en su huerto
de ñames, mientras plantaba verdes retoños, oyó el plañido del mar
e hizo la señal de la cruz sobre su pecho desnudo,
hundido, pidiendo
perdón a Dios por haber dudado. En la sombra recortada sombra
de la botica Seven Seas la oyó, antes que el perro golpeara el cajón
con la cola, y que los pescadores bajaran a la carrera
por la caliente calle para arrastrar la fatigada piragua.
Aquiles dejó que el compañero hiciera un gesto con la mano
Luego volvió a Helena. Pero no dijo una palabra. Remó con espaldilla.
La miró cuando se alejaba. El compañero izaba la albacora.
De "Omeros"