Se despiertan para trabajar, y sus pequeños gorjeos somnolientos
crecen en intensidad al ritmo del amanecer
como el clarear de árboles y campos. Su música inquieta
se infla para lanzar (el denso bullicio, enjambre de notas y
charla alborozada a través de las hojas)
confusión in crescendo como la mañana.
Dichos cantos vociferan y chillan al unísono,
un verdadero griterío que encuentra el espolón solar.
Tan simple es el júbilo? Las flores puras
y humildes abren su garganta de seda y pronuncian
fanfarrias mudas para celebrar el aire.
Los pájaros, más cercanos y libres de tallos
cómo pueden cantar más fuerte a la mañana, y nosotros
(en proporción a ellos como ellos a las flores)
no sacudir al sol con el clamor de nuestros coros?
Porque el placer en su evolución
provino de los hombres y maduró de las flores, mostrando
ambos caminos a los pájaros que aletean y lo cantan de verdad.
Pero el placer que traducimos en palabras se marchita
como las flores, si pensaran, también.
De "Partícula y llama. Antología poética"