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jueves, 31 de julio de 2025

Olga Orozco. Lugar de residencia

Universo minúsculo, 
desplegable al tamaño de tu dios. 
Te pareces a un puño de cazador que exprime hasta la sombra de su presa,
o quizás a la bolsa del avaro repleta de monedas sin comunión y sin destino. 
Ni crueldad, ni riquezas.
Es a ti a quien apuntan y no tienes más oro que la borra de alguna alucinada primavera.
Entonces tal vez seas, lo mismo que en los cuentos,
el corazón de alguien que está lejos y debo custodiar como el dragón, 
lo mismo que en los cuentos, 
para que nada puedan la espada ni el veneno contra las orfandades de su dueño.
Sí, sí. Sepultado de un tajo en lo más hondo de la selva nocturna,
debajo de unas aguas que se entreabren al soplo del amor
y se cierran de golpe al roce de la piedra,
así estás, como un pájaro en exilio, en la jaula del pecho.
Y el corazón de quién?,
grito hacia el tiempo todo, vuelto columna helada hasta las nubes.
De quién sino de todas las remotas criaturas que prolongan tu credo, sin saber;
que exhiben una máscara, un número, una especie, lo mismo que un estigma de la separación?
Esa sangre dispersa e infranqueable, multiplicada en tantas divisiones!
Esos muros errantes, con sus puertas tapiadas y su consigna de olvidar!
Ese dialecto inútil para todo posible paraíso!
Y tú aquí, corazón, cerrado laberinto,
con tu monstruo interior como un rehén perdido,
arrojando tus hilos en una red que choca contra la misma costa,
recogiendo tan sólo tus pequeños guijarros -tu soledad insoluble-,
encendiendo fogatas invisibles a modo de señal detrás de estas murallas,
tu Jericó al revés, sin paz y sin reclamo.
Y el corazón de quién?,
pregunto en esta noche que pasa con sus velas fantasmas sobre el mundo.
De quién sino de quienes escarbaron en ti, con uñas y con plumas,
un lugar a su imagen y a su tan pasajera semejanza;
de quienes erigieron sus torres de cal viva junto al abismo y sobre la corriente
para oficiar la luz y las tinieblas?
Fundaciones insomnes, que vagan todavía con sus ojos de fiebre por todos los rincones!
Ceremonias sonámbulas en las que aún se exhuman reliquias y cuchillos sepultados en las arcas de todas las alianzas!
Tatuajes e inscripciones como esas llagas pálidas que deja el desarraigo!
Y tú aquí, corazón, residencia hechizada,
con tu guardián demente y sin relevo,
convocando con tu oscuro tambor las procesiones de vivos y de muertos,
vistiendo a los desnudos con corona de rey, 
transformando tu confuso inventario en un oleaje donde naufraga la cabeza,
distribuyendo un filtro que absorbe la distancia y acrecienta la sed de todo lo imposible
hasta perder la piel y acampar en el alma.
Y estos cielos que crecen y se alejan en rojo o en azul,
en terror o en delirio,
debajo de tu estruendo, debajo de tu rayo!
Sí, tú, corazón, talismán de catástrofes, 
posado en este yo como el vampiro de todo el porvenir,
siempre a punto de abrir y de cerrar y arrojarme hacia afuera en cada tumbo, 
en cada contracción con que me aferras y me precipitas 
entre salto y caída.



De "Museo salvaje"
En "Poesía completa"


martes, 13 de mayo de 2025

Olga Orozco. El adiós

La sentencia era como esos calcos en que el relieve del amor deja un vacío semejante a sus culpas.
Me arrojaron al mundo en mi ataúd de hielo.
Una tierra son nombre todavía corrió sobre este rostro con que habito en la desconocida:
era la tierra del castigo.
Era la hora en que comienzo a despertar entre los muertos con la evidencia de un anillo roto,
un vestido de momia desprendido de las vendas del cielo
y un espejo de sal donde puede leerse mi destino.
El porvenir no es nada más que mirar hacia atrás.
   
Debajo de esas nubes desgarradas
hay una casa en llamas
en donde los amantes transmutaban en oro de eternidad el resplandor de un día,
o tomaban las apariencias de ladrones de pájaros
aprisionando entre los hilos del ocio las metamorfosis de sus propias imágenes.
Hay una luz dorada que hiere hasta las lágrimas;
hay un lecho también
como una barca invadida por el follaje del deseo
-unas hojas carnosas que exhalan el perfume de los más largos viajes-.
Y había siempre y nunca 
como ahora vueltos de pronto boca abajo.

Corazón repudiado,
animal aterido en uno de los dos costado de tu sangre,
ignorabas entonces que tendrías la forma de un retablo de la creación hecho pedazos,
que alguna vez la noche del adiós te nombraría en voz muy baja
como nombra la soledad a sus testigos,
o como llaman aquellos que se van a los que nunca vuelven.
   
Ahora, de espaldas contra el muro que custodia el guardián de todo nacimiento,
sólo te quedan las apariciones,
el fantasma de un tiempo que gritará contigo en el estanque muerto de algún sueño,
cuando él duerme, tan lejos en su adiós.
Un soborno de plumas para una ley de fuego.



De "Los juegos peligrosos"
En "poesía completa"

viernes, 4 de abril de 2025

Olga Orozco. Llega en cada tormenta

Y no sientes acaso tú también un dolor tormentoso sobre la piel del tiempo,
como de cicatriz que vuelve a abrirse allí
donde fue descuajado de raíz el cielo?
Y no sientes a veces que aquella noche junta sus jirones en un ave agorera,
que hay un batir de alas contra el techo,
como entrechocar de inmensas hojas de primavera en duelo,
o de palmas que llaman a morir?
Y no sientes después que el expulsado llora,
que es un rescoldo de ángel caído en el umbral
aventado de pronto igual que la mendiga por una ráfaga extranjera?
Y no sientes conmigo que pasa sobre ti
una casa que rueda hacia el abismo con un chocar de loza trizada por el rayo,
con dos trajes vacíos que se abrazan para un viaje sin fin,
con un chirriar de ejes que se quiebran de pronto como las rotas frases del amor?
Y no sientes entonces que tu lecho se hunde como la neve de una catedral
arrastrada por la caída de los cielos,
y que un agua viscosa corre sobre tu cara hasta el juicio final?
   
Es otra vez el légamo.
De nuevo el corazón arrojado en el fondo del estanque,
prisionero de nuevo entre las ondas con que se cierra un sueño.
Tiéndete como yo en esta miserable eternidad de un día.
Es inútil aullar.
De estas aguas no beben las bestias del olvido.



De "Los juegos peligrosos"
En "Poesía completa"

viernes, 5 de julio de 2024

Olga Orozco. La casa

Temible y aguardada como la muerte misma
se levanta la casa.
No será necesario que llamemos con todas nuestras lágrimas.
Nada. Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.

Porque día tras día
aquellos que vivieron en nosotros un llanto contenido hasta palidecer
han partido,
y su leve ademán ha despertado una edad sepultada,
todo el amor de las antiguas cosas a las que acaso dimos, sin saberlo,
la duración exacta de la vida.

Ellos nos llaman hoy desde su amante sombra,
reclinados en las altas ventanas
como en un despertar que sólo aguarda la señal convenida
para restituir cada mirada a su propio destino;
y a través de las ramas soñolientas el primer huésped de la memoria
(nos saluda:
el pájaro del amanecer que entreabre con su canto las
(lentísimas puertas
como a un arco del aire por el que penetramos a un clima diferente.

Ven. Vamos a recobrar ese paciente imperio de la dicha
lo mismo que aun disperso jardín que el viento recupera.

Contemplemos aún los claros aposentos,
las pálidas guirnaldas que mecieron una noche estival,
las aéreas cortinas girando todavía en el halo de la luz como
(las mariposas de la lejanía,
nuestra imagen fugaz
detenida por siempre en los espejos de implacable destierro,
las flores que murieron por sí solas para rememorar el fulgor
(inmortal de la melancolía,
y también las estatuas que despertó, sin duda a nuestro paso,
ese rumor tan dulce de la hierba;
y perfumes, colores y sonidos en que reconocemos un instante del mundo;
y allá, tan sólo el viento sedoso y envolvente
de un día sin vivir que abandonamos, dormidos sobre el aire.

Nadie pudo ver nunca la incesante morada
donde todo repite nuestros nombre más allá de la tierra.
mas nosotros sabemos que ella existe, como nosotros mismos,
por el sólo deseo de volver a vivir, entre el afán del polvo y la tristeza,
aquello que quisimos.
Nosotros lo sabemos porque a través del resplandor nocturno
el porvenir se alzó como una nube del último recinto,
el oculto, el vedado,
con nuestra sombra eterna entre la sombra.

Acaso lo sabían ya nuestros corazones.



De "Desde lejos"
En "Poesía completa"


viernes, 14 de junio de 2024

Olga Orozco. Un pueblo en las cornisas

Un pueblo en las cornisas
Es un pueblo disperso por áridas distancias,
por épocas que dejan una mortal sentencia entre las piedras,
aquel que se levanta, tan obstinadamente,
como si en esos gestos repetidos a lo largo de sueños y desvelos,
guardáramos, también, la esperanzada imagen de todos nuestros gestos,
su lejano destino.

Envueltos desde siempre en el canto nostálgico del tiempo
como en una mortaja que interminablemente los irá oscureciendo,
esos pálidos seres,
apenas sostenidos por angustioso afán de la memoria,
detienen con desiertas señales aquel día que antaño los condujo a esa gran soledad
o a esa larga velada en que de pronto se consumió la vida.

Solamente la lluvia y los transidos huéspedes del viento
-remolinos de briznas, pájaros agobiados por un ala invencible,
o errantes humaredas que abandonan una trémula aureola-
rodean, vanamente,
una triste cabeza cuyo cuerpo cubrieron las paredes,
unas manos hundidas en la inmóvil corriente de largas cabelleras,
un semblante asomado a algunas flores,
a una página hueca,
a otro rostro sumido en lo imposible.

Mientras pasan y tornan nuestras cambiantes sombras,
y nuestra misma imagen se pierde en los espejos bajo aquellos que fuimos,
cada vez más incierta,
como labrada en inasible bruma,
ellos,
testigos de ese coro de ahogadas resonancias, de confusos olores,
con el que cada casa penetra con su aliento a través de las otras,
custodian, impasibles, nuestra eterna esperanza,
con igual lejanía que la de un corazón demasiado colmado.

Porque son ese pueblo cuyo ademán paciente convocamos como a un resto de amor,
como a un secreto que se ampara en el polvo,
como a un recuerdo único que en la sangre perdura para cumplir la antigua, sagrada profecía:
“Tan sólo el verdadero de todos cuantos fuiste contemplará caer la sombra de los siglos”.



De "Desde lejos"
En "Poesía completa"