que vuelven hasta ti un instante desesperado
tierra de templos de oro, entro en tu fábula
Atlántico adorado.
De un cuerpo ya no mío del que huya al fin la llama
el alma, un nombre amado que el destino aborrece;
Que el tiempo se detenga, que se hunda la trama,
vuelvo sobre mis pasos al fondo de la infancia.
Los pájaros al viento en el mar de poniente,
vuela, felicidad, hasta el antiguo estío
duerme profundamente donde la orilla acaba
rocas, el canto, el rey, árbol siempre mecido,
astros de siempre unidos a mi rostro primero,
sol singular coronado de calma.
De "El doble exilio"