sábado, 30 de agosto de 2025

Ada Limón. La última mudanza

Habían pasado sólo unos meses cuando parecía que hubiera estado yo
lavando platos toda la vida.
  
Suelos de madera bajo los pies, un cordón hacia el cielo.
Qué es ir a un Nosotros desde un Yo?
   
Cada vez que él se iba a hacer un recado, las paredes
me exprimían. Yo lloraba por la inexistente alfombrilla 
  del baño, el suelo húmedo de él, 
estábamos tan al sur, allá lejos en las afueras.
   
(Y todos los bichos nuevos.)
   
Yo me ponía el delantal de broma y bailaba llevando
un calabacín como si fuera un niño.
   
Esto es Kentucky, no Nueva York, y no soy importante.
  
Esto era incluso antes de que tuviéramos perro,
  y antes de que yo me fiara 
del paralizador calmante del amor pegado
a la carne de mi cuello.
   
Allá en casa, en mi apartamento, vivía otra mujer.
En Brooklyn, junto a la charcutería, donde todo
estaba limpio y contenido.
   
(Donde lloré mis muertes.)
  
Le cogí cariño a mis manos y rodillas. Pensaba en la novela
que estaba escribiendo. El gran pecho pesado de animales vivos 
que había estado rezagando durante años; qué es la vida?
   
Limpié tanto la casa (brillo y brillo y brillo).
   
Desconfiaba de los sonidos de mono de los pájaros de Kentucky,
juzgaba crujidos, buzón oxidado, arañas en el magnolio, 
charla sobre tornados, luciérnagas muertas como judías pintas. 
  
En algún lugar había oído que, después de notar la falta
de presión de agua en un viejo hotel de Los Ángeles, 
encontraron el cuerpo de una mujer al fondo
de una cisterna.
   
Figúrate, sólo pensar que el agua estaba baja, solo querer
darse una ducha.
   
Después de eso, cuando el agua se portaba de forma extraña,
chorreaba o borboteaba, me imaginaba un cuerpo, una mujer, una yo
de hace sólo unos años, soltera y libre, felizmente desapercibida,
en la curva más baja de la torre de agua.
  
Sí, y una y otra vez,
apretaba sus miembros hacia abajo con una larga vara
hasta que se quedó quieta.



De "Cosas muertas y brillantes"