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miércoles, 24 de mayo de 2023

Salvatore Quasimodo. Milán, agosto de 1943

En vano buscas entre el polvo, 
pobre mano, la ciudad está muerta. 
Está muerta: se ha oído el último estruendo
en el corazón del Naviglio. Y el ruiseñor
se ha caído de la antena, alta sobre el convento, 
donde cantaba antes del crepúsculo. 
No cavéis pozos en los patios:
los vivos ya no tienen sed. 
No toquéis a los muertos, tan rojos, tan hinchados:
dejadlos en la tierra de sus casas:
la ciudad está muerta, está muerta. 



En "Y enseguida anochece y otros poemas"


miércoles, 17 de mayo de 2023

Salvatore Quasimodo. El falso y verdadero verde

Tú ya no me esperas con el corazón vil
del reloj. Da igual que abras 
o fijes la desolación: quedan horas
ásperas, desnudas, con golpear de hojas
súbitas en los vidrios de tu
ventana, alta sobre dos calles de nubes. 
Me queda la lentitud de una sonrisa, 
el cielo oscuro de un vestido, el terciopelo
color herrumbre atado a los cabellos
y suelto sobre los hombros y tu rostro
hundido en un agua casi inmóvil. 

Golpes de hojas rugosas de amarillo, 
pájaros de hollín. Otras hojas
ahora agrietan las ramas y ya vuelan
en confusión: el falso y verdadero verde
de abril, la carcajada
del seguro florecer. Y tú no floreces,
no das días ni sueños que asciendan
de nuestro más allá, no tienes ya tus ojos
infantiles, no tienes ya manos tiernas
para buscar mi rostro que se me escapa?
Queda el pudor de escribir versos
de diario o de lanzar un grito al vacío
o en el corazón increíble que lucha
todavía con su tiempo desplomado. 



En "Y enseguida anochece y otros poemas"


martes, 2 de mayo de 2023

Salvatore Quasimodo. Refugio de aves nocturnas

En lo alto hay un pino torcido;
atento, escucha el abismo, 
el tronco inclinado, arqueado.

Refugio de aves nocturnas, 
en la hora más alta resuena
con un aleteo veloz. 

Así el corazón tiene un nido
colgado en la sombra, una voz;
escucha asimismo, de noche. 



En "Y enseguida anochece y otros poemas"



jueves, 20 de abril de 2023

Salvatore Quasimodo. Antiguo invierno

Deseo de tus manos claras
en la penumbra de la llama:
sabían a roble y a rosas, 
a muerte. Antiguo invierno. 

Buscaban el mijo los pájaros
y en seguida eran de nieve;
e igual las palabras. 
Un poco de sol, un estrellón de ángel, 
y luego la niebla; y los árboles, 
y nosotros hechos de aire en la mañana. 



En "Y enseguida anochece y otros poemas"