jueves, 20 de marzo de 2025

Ruth Stone. Especulación

En este frescor nada me importan
los sonidos amortiguados que llegan de arriba,
oigo en mi hueso nacarado el desgaste
del mármol bajo la lluvia; nada está realmente muerto,
solo existe el desgaste,
el cambio de medios. Ni tengo tampoco ojos
para contar cómo en verano la torcaza
se mece en los brazos de la cicuta, ni oídos para herir
a la mente triste y arrepentida 
con la llamada de la alondra cornuda. 
Yazgo tan quieta que la tierra que me rodea se estremece con el peso del día;
no me importa si el jarrón 
contiene flores podridas, ni si envían 
a uno de los suyos a ordenar. De esos juegos 
no tengo recuerdo,
ni de las flores del coralillo, ni de la corteza 
del pino rugoso donde los cuervos 
con su tremenda risa y aleteo 
trazan círculos en consanguíneo frenesí cuando sopla el viento.
Yo no comparto sangre con ninguno de ellos,
ni estoy casada con la seda que amarillea y se quiebra;
mis huesos sensibles, que aborrecían, 
como todos los vivos, a los muertos, 
aguardan un patrón indefinido. El ingenio 
de incontables siglos se seca en mi calavera y allá arriba
no presto atención a la lluvia que marca el final del invierno,
ni me importa lo que hayan sembrado. En mi centro
el hueso reluce; de asombrosos huesos estoy hecha;
y sola brillo en un resplandor de fósforo,
así, en este pequeño solar donde fui colocada.



De "En un tiempo iridiscente"
En "Bayas púrpuras"