Yo he sentido en mí la eternidad.
Acuné entre mis brazos un trozo de infinito.
Las rosas y los astros han dormido en mi boca;
los pájaros hicieron dentro de mí sus nidos.
Las violetas hundían en tierra su ternura.
Todo era azul y triste: El cielo y la montaña.
El olvido flotaba sobre las blancas fuentes,
todo era azul y triste: La materia y el alma.
Los árboles lloraban vegetales tristezas,
la tierra se dolía de verse tan oscura,
y el río desataba su fresca cabellera
en mis sedientas manos ávidas de dulzura.
Mi frente era el espectro de otra frente de antaño.
Todo era azul triste fuera dentro de mí.
La lluvia era una anda caricia en mis cabellos
y sentí por mis venas la eternidad fluir.
De "Cristal"
En "Sombra de rebeldía"