Por más que extienda mis brazos,
nunca podré volar por el cielo.
Y el pájaro que vuela no podrá correr
rápido por la tierra, como yo.
Por más que me balancee
no se producirá un bello sonido.
Y la campana que suena,
no podrá saber tantas canciones como yo.
La campana, el pájaro y yo,
todos diferentes, todos buenos.
En "El alma de las flores"