En vano buscas entre el polvo,
pobre mano, la ciudad está muerta.
Está muerta: se ha oído el último estruendo
en el corazón del Naviglio. Y el ruiseñor
se ha caído de la antena, alta sobre el convento,
donde cantaba antes del crepúsculo.
No cavéis pozos en los patios:
los vivos ya no tienen sed.
No toquéis a los muertos, tan rojos, tan hinchados:
dejadlos en la tierra de sus casas:
la ciudad está muerta, está muerta.
En "Y enseguida anochece y otros poemas"