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La falta de lluvias ha secado el
embalse de la Cuerda del Pozo.
(De los periódicos, 1970).
El lecho de los pastos, tierra de los sembrados,
muros de humildes casas y el puente que cruzara
el primer arroyuelo, nuevamente al desnudo.
En el camino que iba al pueblo
ese árbol seco donde cantaron pájaros y viento
se acostumbró a las aguas, persistiendo
como una extraña planta acuática.
Quién habrá de pisar esa vereda
que conduce a una casa no habitada,
albergue de las carpas y las truchas,
primero abandonada por el hombre, ahora por el agua.
En amplio lecho yermo
ni peces ni merinos trashumantes,
ni barcas, nadadores ni labriegos.
Doble ruina de sí, muros desmoronados
por el agua y el sol.
Qué serás nuevamente, pobre pueblo desierto
que te extiendes en sombras añorantes de árboles,
de ventanas y puertas abiertas,
destrozados objetos y deshechas maderas.
Entre las piedras secas, peces muertos
en el mismo reducto donde murió un lagarto
al llegar instantánea la avalancha de agua.
Ahora desnuda el aire las ojivas del puente
que no resistirá, tan blandecido, el paso de mi sueño.
La torre de la iglesia sin campanas
muda en el aire que esparció el aroma
del candeal recién hecho.
Volverán amapolas y trigales a cubrir sus arenas?
Oh, pueblo de La Muedra!, por el puente
quieren mis pies pasar hacia el sendero
de piedras derrumbadas que formaron
fachadas de las casas sumergidas.
Y los que perecieron en su tierra
y los que naufragaron en sus aguas
juntos
en esa inmensa tumba al descubierto,
enterrados y ahogados
esperando la lluvia que inunde el cauce seco
y cubra tierras, árboles y casas,
cadáveres del aire y de las aguas piadosamente,
volviendo a deslizarse la superficie azul ante la vista,
lago de historia varia y tanta ruina
de pan candeal, merinos y campanas,
niños jugando bajo el árbol padre,
labriegos y mujeres trajinando
y ahogados de las tardes de verano
bajo el cielo purísimo, alto y azul de Soria,
bienamada raíz de mi desvelo, madre mía.
De "Tarot"