I
Los dientes hambrientos de la bestia
en la piel,
que resecó el viento.
La montura desgastada,
se asienta en la telaraña.
Las costillas de la catedral,
donde r e s u e n a en la piedra
el coro de niños,
que ya se volvieron
viejos
de extremidades marchitas.
Desde el icono
mira la mujer bella,
a quien el hábito monástico
le oscurece la memoria.
Un gran cuervo negro
traga goloso
las cuentas del rosario.
De "Desayuno en el regazo ordenado"