Esta decisión: con la frente turbada
para olvidar el problema y mantener
una inocencia en superficie y sueño
para alisar el espejo
con nunca, nunca
y ahora, ahora.
Sus celebraciones fueron una a una
aprisa despertadas para salir
del recuerdo hacia el vidrio lento.
La imagen, aún no reconocida, tenía gracia
para ser perdurable en el tiempo de la muerte, para
posponer el rostro
hasta que el rostro desapareciera.
La frente lisa reclamaba sonrisa y pensamiento,
rindió a la boca y la mente
su mudez, dando a muchas palabras
pronunciación vacía, silenciando muchos ceños.
Sus regimientos surgen aquí y caen de la paz,
sus pendones abatidos como aves que nunca volaron.
Queda un recuerdo, más lento que el vidrio,
el más olvidable, olvidado,
hizo que el rostro permaneciera, más pronto:
en su mano completa, asiendo su palma abierta,
la ancha frente de dedo a dedo,
la caricia contenida del problema
mientras el problema encuentra su frente,
vio primero el doble previo
de sí mismo, esta resolución de calma
de nunca, nunca, y ahora, ahora.
De "La ceñida corona"