lunes, 9 de junio de 2025

Alana S. Portero. XII

Decías labios rojos en la mañana con voz de pajarillo,
decías que los ángeles no dejarían las esquinas de mi cama,
decías ardiente y las polillas murmuraban a mis espaldas,
decías adiós a los sacramentos de la edad adulta,
decías vida de perros sin pensar en los acantilados,
decías amor,
decías nada,
decías piernas de cazador mente de abeja reina,
decías víscera desolación,
decías eco.
   
De haberme arrodillado ante la inercia, hoy
sonreiría al sol con un nido de gusanos den-
tro de mi estómago, de haber escuchado a las
voces torcidas, no estaría esperando el otoño
con un ramo de camelias en la mano izquierda
y una daga en la derecha.
Deja que los tigres de la ira recorran las cade-
nas a voluntad y muerdan los eslabones cuan-
do encuentren un punto ciego, los ancianos
dicen labios negros con severidad, las niñas se
alejan del campo de batalla porque tienen mie-
do de los parásitos, encuentra tu vía de escape
y no mires atrás, hártate de leche materna y no
vuelvas a probarla, sé siempre una promesa de
belleza que se aleja.
  
Decías jamás,
decías mueca de dolor,
decías locura colectiva,
decías alucinación ante las llamas,
decías sufro,
decías ella,
decías claustrofobia grasa,
decías niebla como quien dice agua,
decías nombre cadáver,
decías nana.
   
Cuando los penitentes murmuren a mi paso les
miraré con beatitud, tendré pupilas cuadradas
de cabra y llevaré el cáliz de Lucrecia Borgia
entre las manos. No verán las llagas bajo la
seda, habré aprendido a controlar los tem-
blores, pareceré firme y alimaña como en una
coronación.
  
Decías perdón,
decías mal sueño,
decías culpa y vergüenza,
decías amo,
decías adiós.



De "La habitación de las ahogadas"