para no ensuciar la inocencia del espacio
ni interrumpir el susurro de un invierno permanente.
No es fría la ausencia del fondo
si uno escucha las ramas rozarse a sí mismas
y observa al marco cobrar la importancia del centro.
El frío se diluye en las esquinas,
el cielo suspira en blanco por aquellos que no ven:
en un instante el reflejo esconde la certeza,
el aliento persigue un mirlo errático.
No quedan manzanas que coger
si el apetito huye tras los troncos,
y una luz con un cierto ángulo
nos convence de la lentitud de los días,
el paisaje atiende.
Mientras, a lo lejos, la soledad se desliza por la nieve.
De "Noches de insomnio"