y más allá
a través de las hojas desteñidas
las ramas caídas,
a través de las ramas espinosas de las enredaderas
seguí avanzando. Al final
no podía ya
proteger mis brazos
de las espinas; los mosquitos
sintieron mi olor, acalorada
y herida, y llegaron
girando y zumbando.
Es así que he llegado
al borde del lago:
oscuro y vacío
excepto por un huso
de cañas blanqueadas
sobre la orilla lejana
que, mientras yo miraba,
se plegó de golpe
en forma de tres garzas -
Una lluvia
de fuego blanco!
Incluso medio adormecidas tenían
tanta fe en el mundo
que las había creado -
agachándose en el agua,
despreocupadas, seguras,
por las leyes
de su fe no de su lógica,
abrieron las alas
delicadamente y se pararon
por sobre toda cosa oscura.
De "Americano primitivo"