un pájaro arrancó a cantar,
y trinó, tremolando, estremeciendo,
hasta que todo allí empezó a trinar.
Y él adaptó su partitura al resto,
y saludó y volvió a empezar.
Aquel que parecía, sin duda, el mejor modo
de despedir a aquellos que se van.
En "El secreto de la oropéndola"