qué tabiques quería derribar
y qué puertas abrir en paredes maestras.
Pero él le dijo que no hiciese nada,
que las casas no salvan nunca a nadie.
Te seducen las ruinas, dijo.
Mentirte hasta caer, absorto y gélido,
dentro del dormitorio de la farsa,
donde imaginas que ella te sonríe.
Y después se calló, como los pájaros
cuando oyen algún paso cerca de donde cantan.
De "Casa de Misericordia"
En "Todos los poemas"