jueves, 19 de octubre de 2023

Tess Gallagher. Sus cabezas inclinadas entre sí como flores

Los que se sienten superiores a los suicidas 
(y quién podría culparlos?) se burlarían 
de tus esfuerzos y de cómo los dos
sobrevivimos. A veces no lo puedo evitar y
un pedazo de historia se cuela por el silencio:
cómo llegué a la casa que compartimos
cerca del sabio y gris Atlántico y, tú, como perplejo, 
me mostraste el lugar donde la pistola se disparó de pronto,
inesperadamente, antes de que la levantaras 
hasta la cabeza. "Ahí", dijiste, y los dos miramos
el limpio impacto en la escayola, del tamaño
de un pájaro, de pie como dos niños culpables
que han prendido todas las cerillas
de la casa vacía y se han chamuscado 
las delicadas cejas.
   
De nuevo de pie -esposo joven, esposa vacilante-
mientras le cuento esto a alguien a quien no le importa,
aunque esto también es necesario: sentir cómo esas mentes
se vuelven, como entonces la mía, 
por algo peor que la incredulidad. 
Estaba demasiado segura en mi cuerpo de mujer joven, demasiado
preciosa, como se es preciosa antes de la muerte imaginada
que una piensa acometer más tarde, mucho más 
tarde, y a ser posible, sólo en poemas,
donde la elección es enorme, clásica y pertenece 
al tiempo, al contrario que nosotros, que no servimos a futuro alguno.
O algo así trataste de decirme, frustrado -a mí, 
a quien no se podía amar, y así 
parecía eterna-.
   
Tuya era esa otra valentía, de la que valía la pena burlarse.
Viviste más allá de tu muerte elegida, y yo,
que tenía una vida, este anillo de humo,
estos quince años, al fin emerjo en otra,
vacante prematura, ligada por todos lados
a los comienzos, este recuerdo alterado en el que
el disparo, como era tu intención, nos atraviesa a los dos, 
y no estamos aquí para acabar la historia
con amor y seguir viviendo como debemos.
   
O tal vez el amor sea sólo la disculpa
que invento para ocupar tu lugar, hasta que ni siquiera esa demanda
sea necesaria y vuelvas a aparecer 
como alguien más fuerte incluso que el recuerdo, sin los adornos
de su exceso huraño, su música de sombra
rasgueada contra el cráneo. En este umbral
estás deseando incluso pasar sin
amor -cosa que yo no puedo- deseando
por fin ser olvidado.



De "New poems"
En "Amplitud"