Vi el Fuji.
Vi el Fujiyawa.
Si cayese nieve roja,
sería adecuado elogiarlo diciendo que el
Fuji es una hermosa montaña.
Nunca seré vencida por esa montaña.
Una reminiscencia que ocurrió muchas
veces desde la ventanilla del tren.
El corazón de la montaña puntiaguda
amenaza mi vida desgarrada,
desde lo alto me mira fríamente a los ojos.
Vi el Fuji.
Vi el monte Fuji.
Cuervo!
Desde la cresta vuela sobrepasando su cima
con tu pico escarlata, lánzale una sola carcajada burlona
Viento!
El Fuji es el palacio endeble de la gran tristeza.
Fiuu, fiuu, viento, brama furiosamente.
El monte Fuji es la imagen de Japón.
Es la Esfinge.
Es un sueño de densa nostalgia.
Es el palacio de la gran tristeza
donde mora el demonio.
Mirad el Fuji!
Mirad el monte Fuji!
Dentro de las imágenes tuyas que antaño pintó Hokusai
he visto aquella juvenil en la que echabas chispas...
Hoy eres un montículo funerario decrépito.
Tú siempre diriges al firmamento tus
ojos que brillan agudamente...
Por qué te fugas en medio de las nubes
granujas y opacas?
Cuervo! Viento!
Golpead esos hombros del monte Fuji
helados y de un blanco tan puro.
Ese no es un castillo de plata.
Es el palacio de la gran tristeza
donde se oculta la desdicha.
Monte Fuji!
Aquí está de pie una mujer que no te respeta.
Aquí está una mujer que se burla de ti
Fujiyama!
Fuji!
Tu ardor estruendoso semejante al fuego
brama con fuerza
hasta que devuelvas el golpe al cuello
de esta mujer testaruda,
yo esperaré silbando alegremente.
En "Diario de una vagabunda"