Luna de muerte, luna de fúlgida desesperanza:
la tierra se hunde en las profundidades de un mar de plata
y los árboles, su cabellera ondulante y muerta,
buscan la superficie como un ruido que zozobrara.
Cuántas veces despierto a esta desesperanza
y siento que me sangra una herida en el costado,
como si me hubiera intercambiado con el Tiempo,
y ocupado Su lugar doliente en la cruz.
Seguirá el Tiempo aquí, donde fui joven y ofreciera
este cuerpo el arrebato resplandeciente del corazón,
anhelante en estos muslos en los que busqué la muerte?
Secará el Tiempo la boca en la que la mía abrevara?
Acaso el Tiempo, heredero de todo, me lo legue,
puesto que la congoja pronto se olvida.
Oh, madre tierra, sé buena: quien nos ha bendecido
puede darnos una noche sin luna ni pájaros.
De "Poemas de Misisipi"
En "Poesía reunida"