Una nostalgia tonta se revuelve
en mi pecho. Se van por la avenida
los amigos de hoy, con los que hablé,
levantando sus brazos. Despedidas
de todos los instantes. Yo me siento
más empequeñecida;
me cansa ya mirar
las cosas de su huida...
Un pájaro invisible se sostiene
en la dulce y sencilla
rama de cualquier árbol. Suenan lejos
la noria y las esquilas.
Las voces van llegándome
cada vez más perdidas.
Adiós, adiós! (Los árboles
son niños que en la fila
rutinaria del tiempo se mantienen
bajo el mirar de Dios en disciplina).
Adiós... Apenas oigo;
la tarde ya declina.
Despedidas del mundo, de un instante.
Eternas despedidas!
De "Mara"