Al presentártelo
me convierto en tu invitada.
De repente razonable
sin metafísicas, matices ni fantasmas,
el mundo geográfico con un libro de historia obsoleto
es habitado por precisos y benevolentes
vecinos con flores y mascotas.
El oso del bosque del que estás advertida
ama la miel y te devoraría como un sueño.
Y el cementerio que debemos explicarte
duerme, de hecho
por el desconcierto que la urraca
inmóvil y rígida en ti produjo,
y ocultarlo indicaba algo terrible
que tumbada en la alfombra desvelaste
gritando «Mírame: estoy muerta».
Al caminar a tu lado
tu mano me equilibra:
un cordón a través de tu infantil pureza
hacia el fundamento.
Es ahora todo más seguro
cuando tú así lo ves también.
De "Partícula y llama. Antología poética"