Los olmos estiraban sus ramas con alegría indolente,
arqueándose sobre la calle sumida en una penumbra verde
bajo sus amplias copas.
Y los rosales del jardín de la señora Mix se enroscaban en su celosía
junto a rosas de Limoges repolludas como desnudos de Rubens.
Mis labios susurraban los nombres de las cosas
en las praderas, en el huerto, en el bosque,
donde a veces permanecía largo rato
escuchando a algún pájaro que me hablaba de la extrañeza de mí misma;
mecida en los brazos nervudos del verano.
De "En la próxima galaxia"
En "Bayas púrpuras"