Eso no puede ser verdad y sin embargo parecía verdad:
caía más y más espesa cuanto abarcaba mi vista.
Con el hielo se volvían frágiles los pinos.
Este es el lugar del que te hablé,
al que solía venir de noche para ver al mirlo de alas rojas
que aquí llamamos zorzal:
rojo parpadeo de la vida que se esfuma...
Salvo para mí: creo que la culpa que siento significa
que no he vivido como debía.
Alguien como yo no tiene escapatoria. Piensas que has dormido un poco
y desciendes al terror de la siguiente vida
excepto
que el alma tiene otra forma
más o menos consciente que la anterior,
más o menos codiciosa.
Quizá tras muchas vidas algo cambie.
Creo que al final
uno logra ver qué quiere.
Y ya no necesita
morir y volver.
De "Averno"