Escucha, mis ojos te los he dado.
Ayer, al ocaso, con el claro viento,
Los árboles lloraban arrodillados.
Déjame, otoño, el cielo apacible,
Y el relámpago en mi semblante.
Anoche el horizonte sobre la hierba
Intentaba desollarse.
Deja, otoño, las aves en el aire,
Y destierra mis pisadas.
Gritos de alondras arrojó la bóveda
Del cielo esta mañana.
Déjame, otoño, la hierba y los frutos,
Y deja al oso y a la cigüeña
Que aún no ha hibernado y que no ha emigrado
La hora en que resplandece.
Déjame, otoño, el día, y deja
De ensombrecer el sol con el humo,
Atardece sobre mí,
Tal como yo atardezco.
De "El tercer sacramento"