un instante fugaz, por completo inesperado,
que vino a matar la vida en un cálido verano,
cuando los niños jugaban, cuando trinaban los pájaros.
Ni las sibilas hubieran podido imaginarlo:
un segundo brutal, un minuto decisivo,
irreflexión y traición una mañana temprano
en la que el invierno helado vino a cubrir el estío.
Ni el oráculo de Delfos lo habría sabido.
Fue tan falso el galán, tan artero su olvido,
que la crueldad y sus actos destrozaron aquel nido,
que plumas manchó de sangre, y postró sus restos fríos.
Ni las sibilas lo hubieran soñado,
ni el oráculo de Delfos lo habría presentido:
cómo saber que el ser más amado
iba a tornarse en un desconocido.
De "Poemas del naufragio"