lunes, 2 de septiembre de 2024

Paul Éluard. Bajo el ángulo de oro

Cuando nos miramos
Las capas de nieve relumbran 
Bajo el sol que se acerca
   
Las ventanas abren sus brazos
A lo largo del camino del bien
Se abren las manos y los pájaros
Se abren los días se abren las noches
Y las estrellas de la infancia 
En las cuatro esquinas del cielo inmenso
Por necesidad cantan bajito
   
Cuando nos miramos 
Desaparece el miedo el veneno
Se pierde en la hierba fina fresca
   
Las zarzas en los templos muertos
Extraen de la sombra enraizada 
Sus ardientes frutos rojos y negros
El vino de la tierra espumeante
Ahoga a las abejas en pleno vuelo
Y los aldeanos se acuerdan
De los años mejor horneados
   
Cuando nos miramos 
La distancia se abre las venas 
La ola llega a todas las playas
   
Los leones las corzas las palomas
Trémulos de aire puro ven nacer
A su semejante como una primavera
Y la abundante mujer madre
Depara vida a la lujuria 
El mundo cambia de color
Nacimiento contraría a ausencia
   
Cuando nos miramos
Arden las paredes con vida antigua 
Arden las paredes con vida nueva
   
Afuera el lecho de la naturaleza 
Dispuesto está con inocencia
Crepuscular el cielo baña
Tu sollozante y sonriente
Figura de música
Cada vez más desnuda esclava y reina
De un follaje perpetuo
   
Cuando nos miramos 
Tú la límpida yo el oscuro
Ver es en todas partes aliento y deseo
   
Crean el primero el último sueño.



De "Últimos poemas de amor"