Lo único que me apetece hoy es quedarme mirando a esos pájaros
tras la ventana. El teléfono está desconectado,
así mi querida familia no podrá echarme el lazo.
Ya les he dicho que el grifo se ha secado.
No se dan por aludidos. Pretenden
que todo siga igual. En este momento no soporto
pensar que se ha roto un intermitente del coche.
O que el remolque que creía haber pagado ya
lo reclaman por falta de pago. O en mi hijo en Italia,
que amenaza con suicidarse
si no sigo pagándole los gastos. Mi madre también
quiere hablar conmigo. Quiere recordarme todo
lo que le debo. Toda la leche que mamé.
Que debería hacer algo. Necesita
que le pague otra mudanza. Le gustaría
volver a Sacramento por enésima vez.
Toda la suerte se ha ido al sur. Solo les pido
que me dejen quedarme sentado un poco más.
Curándome la herida que me hizo el perro Keeper anoche.
Y observando a estos pájaros. Solo pido
que haga buen tiempo. Dentro de un momento
tendré que conectar el teléfono e intentar separar
lo que está bien de lo que está mal. Hasta entonces,
una docena de pequeños pájaros, no mayores que una taza de té,
se posan en las ramas tras la ventana.
De pronto dejan de cantar y se vuelven.
Está claro que notan algo.
Echan a volar.
En "Todos nosotros"