Oh silencio, mi querido silencio,
siempre te tuve miedo: mi lengua
vibra sobre mis dientes
temerosa de quedarse muda
cuando me quedo sin aliento.
Y siempre necesité la cháchara,
el parloteo amable, y el ir y venir
de voces, voces humanas,
el cielo del que eres la luna,
el suelo del que eres la flor.
Pero te suplico que acudas
ahora, mi querido silencio, oh
premio y libertad, equilibrio
sin elección, en que solo se escuchan
la meditación del pájaro del atardecer
y la palabra que nunca ha de ser dicha.
De "Notas de un crucero"
En "En busca de mi elegía"