Tu calor, tu tierno calor
pido,
que irradiabas mucho antes de que
el ser humano llegara.
En los nidos de los escondites dunares de los bosques
primigenios
existe el mismo calor protector
en los soportes de la vida.
Desde cielos ardientes de remordimiento
nos hundimos
en la oscuridad del nido, donde
la vida ya no hace preguntas.
Pues los juegos de las nubes son espejismos
y reflejos,
pero todo lo que nace y nutre
pertenece al profundo abismo.
Amanece, y el aire vibra
de aleteos.
El pájaro flota alegre:
Vivo de la luz!
Mas escondido en el silencio acecha
su suerte y su desgracia.
Tu calor, tu calor profundo
me da alma.
De "En el nombre de los árboles"