Me miro las manos:
Ramitas sobre las que
No han pestañeado jamás
Los párpados de las hojas;
Puntas de alas en las que
Las plumas
No se atrevieron a crecer jamás;
Ni siquiera las garras
Fueron capaces de
Florecer, en las yemas, como
Frágiles brotes de fiera.
Me miro las manos
Como miro unas letras
Que no tienen el valor
De formar por sí mismas
Una palabra.
De "Estrella predadora"
En el libro "Un arcángel manchado de hollín"