La niña vio a la luna en el azul estanque
que en medio de los pinos servía de pecera.
(Piernas de cazadora, suelta la cabellera,
y el fino seno blanco celoso de su arranque).
De un elástico salto llegó junto a la fuente,
hundió las blancas manos, tomó el disco de oro,
y al cargar junto al cuello el redonde tesoro,
la cabellera negra se le tornó luciente,
y huyó bajo las selvas. su grito de alegría
hasta los dulces nidos de las aves subía,
e, iluminando el bosque perfumado, la vieron,
cargada de la luna, pasar los abedules,
y siguiendo en el aire la curva de sus tules
ejercitos de pájaros cantando la siguieron.
En "Ocre"