De cuanto noble y grande el mundo miente
en sus ficciones de placer vacías,
dos cosas sólo amé profundamente
como ama el trovador sus melodías;
dos cosas sólo ambiciona mi alma
con ansia, con ardor, con fe sincera,
como ambiciona el lidiador la palma
tras la batalla prolongada y fiera:
de la existencia en el camino incierto
sólo anhelé por gloria de mis días,
un oasis en medio del desierto
y un arpa de sonoras armonías:
un oasis de paz y de ventura
donde vivir sin penas ni pasiones,
y un arpa en que cantar mis ilusiones
con tonos de dulcísima ternura.
Porque es muy grato al corazón doliente
dejar correr sin inquietud las horas
mientras se aduerme el alma dulcemente
al compás de mil cantigas sonoras.
Cantar la luz, la noche, las estrellas,
la hermosa soledad del bosque umbrío,
de Favonio las tímidas querellas,
el murmurante resbalar del río.
El alba que risueña se levanta,
la misteriosa tarde que declina,
la luna que serena se adelanta
por la argentada esfera cristalina.
La grave majestad del mar en calma,
la belleza y fragancia de las flores,
los recuerdos dulcísimos del alma,
la ilusión, la esperanza, los amores.
Y con mi tosca lira celebrando
cuanto de hermoso el universo encierra,
pasar como los pájaros cantando
sin tocar en el polvo de la tierra.
De "Ambición"