Me asomé al borde de un seto de retoños
un día que la Escarcha era de un gris espectral
y las babas del Invierno arrasaban
la débil mirada del día.
Los tallos enroscados a las guías rasgaban el cielo
como cuerdas de liras rotas
y toda la gente que vivía cerca
se había retirado al pie del fuego del hogar.
Los rasgos afilados de la tierra semejaban
el cadáver del Siglo,
su cripta el dosel de nubes,
el viento su plañido de muerte.
El antiguo latido del embrión y el nacimiento
se había encogido, endurecido y seco,
y todo espíritu sobre la tierra
parecía tan carente de ardor como yo.
De "Antología poética"